ANASTASIO MARTIR AQUINO, REY DE LOS
NONUALCOS
Anastasio Mártir Aquino, no es un mito, ni
un cuento de nuestros abuelos; Anastasio Aquino fue un hombre de carne y hueso
tan real como cualquiera de nosotros.
"Cáusame pasmo la frescura de este
protervo en su desgracia. Su cara tiene una sonrisa irónica y mordaz que se
extiende de oreja a oreja. Es macizo de carnes y fuerte. No sabe leer ni
escribir; pero se le ve avisado y despierto. A mí —y al padre Navarro— nos
contaba sus proyectos de libertar a los indios de la esclavitud en que los
tenían los chapetones. Tiene las astucias del indio, y es la flor y nata de los
bribones"
"Descripción dada por los curas que le
visitaron en la cárcel"
Nació en Santiago Nonualco, una mañana
lluviosa del 15 de abril de 1792, de linaje ilustre, Y descendiente de los
grandes señores de antaño, pertenecía al linaje de los Tayotes (que quiere
decir: Caciques) perteneció a la etnia de los Nonualcos, un pueblo indígena aguerrido
que se ubicaba donde hoy está el departamento La Paz.
Luego, en 1821 los países centroamericanos
se independizaron de España, dando a luz tres años después a La República
Federal de Centroamérica, una Federación conformada por cinco Estados: Guatemala,
El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
Allí fue donde comenzó todo…
El estado recién comenzaba, y estaba en
manos inexpertas; y si a esto le sumamos la falta de recursos y una pésima
organización, entre otros, era lógico que pronto comenzara una cruenta guerra
fratricida, un Armagedón que enfrentaría a liberales y conservadores, es decir
a los independentistas, y a los que deseaban seguir perteneciendo a España.
Para mantener esa guerra, como sucede con
cualquier otra, el estado necesitaba llevar recursos a sus arcas, esto los
obligaba a aplicar una serie de medidas económicas que eran del total desagrado
a las mayorías, entre ellas los tributos y expropiaciones, es decir que el
estado le quitaba las tierras a quien quisiera, siendo su principal objetivo
los Indígenas
En 1832, se implementó una contribución
directa sobre la propiedad inmueble y la renta, es decir en buen salvadoreño “más
impuestos”…
Hasta allí la caldera continuaba acumulando
presión; Pero la gota que derramó el vaso de la paciencia de los santiagueños
fue El constante reclutamiento forzoso y los maltratos a que eran sometidos los
indígenas, (obviamente los criollos, los españoles no estaban en la lista de
reclutamiento)
Y nació la leyenda…
En 1833 acaudillados por el indio ANASTASIO
MARTIR AQUINO, los pueblos de Santiago Nonualco y San Juan Nonualco, se alzaron
una aterradora insurrección, Un levantamiento que de haber tenido una mejor red
de comunicaciones pudo haber cambiado el curso de la historia.
El río Güiscoyolapa fue testigo de la
primera victoria de Aquino, el 1º de febrero de 1833. Pues en sus márgenes se
libró una cruenta batalla de tales dimensiones que dicen que en muchos
kilómetros las aguas se tiñeron de rojo.
"Mariano Prado"
La insurrección era de tal magnitud que el
jefe político Mariano Prado, sintiéndose incapaz de sostener la situación,
depositó el poder en el Vice Jefe Joaquín San Martín, esto desmoralizó a las
filas militares, por lo que la tropa abandonó la ciudad y La localidad quedó
sumida en el caos, y el mismo San Martín tuvo que resguardarse para salvar su
vida. Aquino nunca supo esto, de haber tenido un informante, la ocupación de la
capital hubiera sido un hecho trascendental y a la vez facilísimo para los
alzados.
Como Aquino no sabía nada del caos que
imperaba entre sus enemigos, se dirigió a san Vicente el 14 de febrero con la
idea saquear y quemar la traicionera ciudad, por haber dado asilo y apoyo a sus
enemigos, pero desistió cuando le nombraron Jefe Político de San Vicente, aun
así, no pudo o no quiso impedir el saqueo general de la ciudad.
Pero Anastasio no quería ser solo el Jefe
Político de San Vicente, así que como ninguno de sus hombres se atrevía atacar
el templo; se dirigió a la Iglesia de El Pilar y, después de quitarle la corona
a la imagen de san José, se la colocó en su propia cabeza y se proclamó como
Rey de los Nonualcos.
Tal injuria, mas el saqueo a la ciudad lo
pagarían carísimo los Nonualcos mas tarde.
Sobre ese suceso un historiador narra lo
siguiente:
"Los ricos criollos [de San Vicente]
se habían refugiado en la iglesia tratando de resguardar sus riquezas bajo el
mando de Aquel que abominó de los potentados y consagró su vida a la pobreza y
a la humanidad. Los indios no se atrevían a entrar, atacar el templo. Siglos de
prédica opresora les había infundido un fanático temor frente a la divinidad de
los blancos, frente a aquel Dios que podía fulminarlos si se decidían a atacar
su morada. Parecía que la estrategia criolla daría resultado. Desde una torre
de la iglesia, el cura lanzaba anatemas contra los ejércitos indios. Pero el
valor del Tayte logró dominar el pánico y la iglesia fue tomada por las huestes
nonualcas.
Y allí, en esa iglesia de pueblo, Anastasio
Aquino consuma su más formidable acto revolucionario, el de que lo consagra
como líder, como precursor de los que muchos años después señalaría la religión
como un opio que adormece los instintos de la libertad del hombre y los somete
a la explotación de quienes -- en nombre de Cristo-- se alimenta con la sangre,
el sudor y las lágrimas de los desheredados.
Para demostrar a los indios la falsedad de
los castigos con que los amenazaba el cura, para que se convencieran de que
ningún rayo celeste los abatiría por sacrilegio, Aquino trepó al camarín que
resguardaba una ridícula imagen de San José y, derribándola, se ciño la corona
y se cubrió con el manto de la estatua constituyéndose así, a los ojos de los
indios, en el gran demoledor de la mentira católica, en redentor auténtico de
la raza oprimida, en verdadero apóstol de aquel que dijo 'Bienaventurados los
humildes, porque ellos poseerán la tierra'."
Días después fue nombrado en Tepetitan,
bajo los mismos motivos que tuvieron los vicenteños "Comandante General de
las Armas Libertadoras"
Mientras tanto el Gobierno jugaba un doble
As bajo la manga, por un lado le ofrecían una negociación donde le pedían que
depusiera las armas a cambio de respetar su vida y la de sus tropas, y les
devolverían sus tierras y desaparecería el reclutamiento forzoso. Los
intermediarios eran dos sacerdotes, uno de ellos apellido Navarro y otro de
nombre desconocido.
La negociación no funcionó.
Por otro lado, las autoridades reunían un
ejército para enfrenar a Aquino, y como los habitantes de San Vicente estaban
descontentos por el saqueo, y la falta de respeto a la venerada imagen de San
José, se agregaron a las tropas contra Anastasio, y esperaron pacientemente
como un gran felino el momento apropiado…
Y por fin llegó el 29 de febrero, hasta los
oídos del coronel López llegaron rumores que las tropas de los Nonualcos
estaban siendo diezmadas por una enfermedad, probablemente cólera. Era la
ocasión que el coronel había estado esperando, así que la mañana del 29 de
febrero se dispuso a terminar de una vez por todas con las fuerzas insurrectas
aplastándolos en una batalla decisiva en Santiago Nonualco.
Y vencieron, fácilmente, porque debido a la
peste, los Nonualcos estaban debilitados y con pocas fuerzas para enfrentarse
al Gobierno, aun así no lograron capturar a Aquino. Que se refugió en una cueva
en el cerro “El Tacuazín”
"Cerro El Tacuazín"
El estado había ganado la batalla, pero
mientras Anastasio Aquino, siguiera con vida no se podía hablar de un triunfo
total.
Para atrapar al rebelde, -de quien se decía
estaba armando otra vez su ejército- se propuso perdonar las vidas de los
familiares capturados a quienes revelaran su paradero.
Fue Inútil; Ninguno de los Nonualcos estaba
dispuesto a entregar a su rey por la buena, al menos, no sin derramamiento de
sangre, así que el estado recurrió a una vieja treta, el soborno.
Y como le pasó a Leónidas y a otros grandes
de la historia, hubo alguien que lo traicionó.
Alguien de quien El indio nunca hubiera
desconfiado: El Cura Juan Bautista Navarro...
La iglesia no había olvidado el incidente
en San Vicente, y era la hora de cobrarse, sobre su captura, los historiadores
cuentan:
“… El cura malintencionado llegó en calidad
de espía, para conocer la posición militar de Anastasio y detectar el punto
débil, por donde era mejor atacar y asesinar a los indígenas que clamaban
justicia, la otra tarea que llevaba el cura perverso era convencer a Anastasio
de que era un hereje. Cuando el cura maligno llegó hasta la cueva de Aquino, el
caudillo se arrodilló y le besó el anillo, le dio la bienvenida; el cura le
manifestó a Anastasio que era un hereje, que como se atrevía la luchar contra
lo que Dios había hecho, que Dios así había creado el cielo y la tierra, y toda
aquella persona que luchara contra lo que Dios había hecho era un ateo, si
quería que Dios lo perdonara primero debía de entregar todas las armas y luego
él entregarse a la fuerza armada, era la única forma de obtener el perdón de
Dios, por haberlo ofendido. Anastasio le respondió Navarro: “Aquí los que son
ateos son los patronos, el gobierno y la fuerza armada, el orden que había
antes de que los españoles llegaran a nuestro territorio era que toda la tierra
y las riquezas nos pertenecían, y ellos alteraron el orden que Dios había
creado, pues nos robaron nuestras tierras, riquezas y nos han esclavizado,
ellos son los ateos; el sacerdote en la misa nos dice que en la Biblia está
contenido que todos somos iguales, entonces por qué ellos nos tratan peor que a
las bestias, en la misa también se ha dicho en repetidas ocasiones que debemos
amar al prójimo como a uno mismo, entonces por qué ellos nos odian.
Nuestra
lucha es justa, solo queremos los que nos pertenece, la tierra y que nos den
trato de humanos”. El cura se dio cuenta que a pesar del analfabetismo del
caudillo, éste tenía una inteligencia natural sorprendente, y para terminar le
dijo: Dios te castigará y te mandará al infierno. El cura al regresar a San
Salvador, dio un informe detallado de las posiciones militares del Comandante
General de las Armas Libertadoras de los Indígenas, y además les relató que no
había duda que Anastasio Aquino estaba poseído del demonio, que tenía facciones
de mal encarado y ojos de loco, y que era tan feo y malo como todos los indígenas
de El Salvador. La fuerza armada entró por quinta vez al territorio controlado
por los indígenas revolucionarios, solo que esta vez entró mejor armada y con
un mayor número de efectivos, alrededor de cinco mil hombres, la capacidad de
fuego y la utilización de armamento moderno y sobre todo el conocimiento de los
puntos débiles militares del ejército del comandante Anastasio Aquino, fueron
puntos medulares en la derrota de la revolución frustrada de los indígenas.
Anastasio se defendió como un tigre, dio una gran batalla, le causó numerosas
bajas a la fuerza armada, pero la superioridad de las armas fueron igual que en
la conquista de Cuscatlán el punto que determinó la derrota. El ejército
indígena se replegó hacia el cerro el Tacuazín, lugar inhóspito y accidentado,
las armas libertadoras indígenas lucharon estoicamente, no obstante, Aquino fue
vencido y capturado a mediados de abril de 1833. Aquino sufrió prisión en
Santiago Nonualco, Zacatecoluca y San Vicente, las fuerzas armadas lo desplazaron
por esas ciudades que antes fueron sus bastiones militares, con el objetivo
psicológico de mostrar como terminaban los que pedían justicia en El Salvador,
sus amigos y seguidores no podían visitarlo porque al hacerlo estaban firmando
el acta de defunción, es decir, serían inmediatamente apresados y asesinados.
Anastasio decía: aquí me tienen enjaulado como a un tigre sin uñas; él no
perdió la dignidad y la gallardía de Comandante General de las Armas
Libertadoras de los Indígenas, después de haber sido exhibido prisionero, el
comandante Aquino fue fusilado, lo llevaron caminando encadenado desde el
centro de la ciudad de San Vicente hasta la Cuesta de los Monteros, para
humillarlo, pero el caudillo iba con paso firme y con la frente en alto, los
pobladores lo observaban con admiración por su valentía, con agradecimiento
porque luchó por ellos, y con indignación porque las fuerzas del mal habían
triunfado. Lo vendaron de los ojos, y el comandante Aquino en son desafiante y
burlesco dijo: vamos a jugar gallina ciega. Una lluvia de plomo asesinó al
héroe nacional, murió con una sonrisa.
Uno de los verdugos alzó una hacha y le
cortó la cabeza de un solo tajo, era tanto el miedo que le tenían a la
presencia y prestancia del caudillo que era necesario "matarlo dos veces",
para estar seguro que Anastasio no viviría y para que nadie se recordara de él
ni de su gesta libertaria. En seguida colocaron la cabeza del comandante Aquino
en una jaula de hierro en exhibición sobre uno de los bordes de la Cuesta de
los Monteros, para que sirviera para “ejemplo de revoltosos”. Después de
asesinar al comandante Anastasio Aquino, persiguieron a la familia del caudillo
para asesinarla, ésta logró huir y esconderse en las montañas de La Paz y San
Vicente, en donde el caudillo combatió las fuerzas del mal, por tal razón es
muy difícil en la actualidad encontrar en descendientes de Anastasio Aquino…”
Anastasio Mártir Aquino, el último rey de
los Nonualcos, Vivió, según las costumbres de su gente, y la época que
transcurría, murió luchando por un ideal, y su nombre se convirtió en leyenda,
una leyenda que aun hoy a 178 años de su muerte se cuenta con admiración y
respeto.
Nuestros agradecimientos a Indecupi y
Sr. José Raúl Cortez Vásquez por compartirnos la información.