LA DANZA DE
TERPSICORE-Por Claudia Figueroa
Me encuentro en el
mundo de las musas, a lo lejos, hay una jovencita que está danzando, su cuerpo
dibuja el mismo sistema solar con cada movimiento, es Terpsícore, quien, no
deja de bailar, abre los ojos, me mira fijamente, y me invita a pasar con ella,
y en tono jovial y ligero, habla conmigo.
Me cuenta mil cosas
sobre la danza, ella inspiró al rey David para alabar a Dios, e inspiró a otros
a que alabaran al Dios altísimo sin necesidad de palabras, porque el amor es
movimiento que nos envuelve, y todo está en movimiento, todo se mueve a un
ritmo especial, y solo quienes pueden llegar a penetrar en el velo de la
ilusión que la danza es solo técnica, ha entrado al mundo de las musas que no
está entre el mundo que conocemos.
Terpsícore, mientras
habla, es un halago escucharla, todas las culturas fueron inspiradas por ella
para sus rituales religiosos, hasta que la danza cayó en malas manos, su
corazón destrozado busca en cada movimiento una pequeña luz que la lleve a
recuperar su libertad, su sueño de volver a orar levantando las manos y
moviéndose al compás del ritmo de la naturaleza y de las estrellas.
¿Qué te detiene, mi
bella Terpsícore? Tienes razón, ya no hay coros de danzantes, ni corazones
valientes que quieran honrarte y adorar a quien tú adoras, que es el mismo Dios
que está en las alturas y se ve complacido con verte bailar, ya que no hay
oración más sutil y sublime que el movimiento.
Todo se mueve, nada
se detiene, cada cosa tiene un ritmo, todo vibra a un nivel diferente, yo te he
buscado porque quiero aprender a alabar a Dios sin necesidad de hablar, que sea
mi corazón quien se regocije de Él y que se llene de su presencia, la danza
puede ser de diferente tipo, pero todas llevan a un mismo fin: el reunirnos con
Dios, con nuestro Creador, de ser uno en su presencia, y de volvernos hermanos
todos.
Terpsícore se aleja
un poco y empieza a danzar, mi corazón se alegra porque siente sus anhelos, su
esperanza y sus sentimientos, en un movimiento alza sus brazos y me lleva con
ella para que bailemos. “Bailemos, celebremos que estamos vivos, y que el mundo
necesita de nosotros”. Yo no podía creer lo que me decía, mi cuerpo se
entumeció, pero su mirada tierna de niña jovial que no tiene nada que temer, me
dio la confianza, y empecé a moverme poco a poco, “la danza es una oración en
movimiento,” “no tengas miedo y no dudes
en bailar y de celebrar la vida.” Sus ojos se volvieron a humedecer, y una
lágrima rodó por su mejilla, yo la toqué y vi por primera vez, lo que ella
quería, había una prisión que la dejaba cautiva, no la dejaba ir, y añoraba esa
libertad, y mientras los hombres denigren la danza como algo sagrado, la luz y
la sonrisa no volverán a su rostro hasta que ese caos se restaure, yo solo
logré decir: “déjame ayudarte” y aquí que tengo la misión de enseñar que la
danza va más allá de una técnica, sino que es la expresión de libertad que
tiene el alma para encontrar la luz del sol que su prisión le evita ver, es ese
atisbo de remanso de paz que se puede encontrar en medio de la tormenta del día
a día.
Terpsícore no deja de
danzar y soñar que algún día podamos nosotros celebrar la vida sin que tengamos
que caer en el mundanal movimiento denigrándose hasta el punto del animalismo,
y hasta que lleguemos a ese punto, los barrotes de su prisión se harán cada vez
más gruesos que será imposible que pueda salir de allí.
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