TRAS LAS HUELLAS DEL
SEMBRADOR-Por Claudia Figueroa
La vida es un gran
campo de cultivo, donde se siembran diferentes semillas: del amor, de la
templanza, de la belleza, de la generosidad, de la amistad, pero junto con esas
semillas crece la maleza del odio, la apatía, el egoísmo, del dolor.
El maestro es el
sembrador del campo de la vida, como tal, debe saber reconocer que es semilla y
que es maleza, esta, mientras más se deje crecer, más difícil será cortarla de
raíz, la semilla es la virtud que uno siembra, la maleza es su contraparte.
El maestro, como
sembrador, debe ejercer el arte de la paciencia, poniendo especial cuidado en
la raíz, así lo hizo un gran Maestro de nuestra historia, uno que tuvo la
paciencia de arrancar poco a poco y de raíz la maleza que crece en el corazón,
la cizaña que crece a causa de los preconceptos concebidos que cierran los ojos
del corazón, nos mostró otra perspectiva de ver la vida, interiorizando más y
más para aprender de nosotros mismos.
El maestro, como
sembrador, como héroe anónimo, tiene la paciencia para escoger las semillas y
sembrarlas, abonarlas, regarlas, y dejar que den fruto, quitando la mala hierba
que impide que crezca, pero el ser humano no tiene paciencia para sembrar,
tomarse el tiempo de cosechar y admirar los frutos, quiere ver los resultados
rápido.
El maestro tiene la
capacidad de hacer una hoguera con semillas más que con leña, la leña se quema
rápido, y solo se enciende el fuego una sola vez, el encender la hoguera con
semillas hace que el fuego se mantenga vivo, porque se siembra la semilla, se
espera que germine, crezca y endurezca el tronco, de hojas, flores y frutos y
del fruto surgen nuevas semillas, para poder podar las ramas y hacer un nuevo
fuego que permanecerá siempre.
Quien no alcance a
ver el poder encerrado en una semilla, no podrá honrar la vida cada día, no
podrá cambiar el mundo que lo envuelve, nunca influirá en el ambiente social y
profesional a su alrededor. Un cambio de cultura solo será legítimo y constante
si ocurre por medio de las sencillas y ocultas semillas plantadas en la mente
de los hombres y mujeres, no por medio de la imposición de pensamiento.
Vivimos en un mundo
cambiante, donde la tecnología ha hecho muchos avances, pero ha separado al ser
humano del entorno, donde se ha mejorado la comunicación, pero se ha perdido el
arte de dialogar y escuchar, donde se hacen cálculos rápidos, pero se perdió el
difícil arte de pensar, un mundo donde los jóvenes se han ocultado, conocen el
mundo entero, pero no conocen a su vecino ni a su hermano.
Es hora de empezar a
observar los aspectos sencillos de la vida, en ver los pequeños cambios, de
disfrutar con las cosas sencillas de la vida, darnos cuenta que tener no es lo
mismo que ser, es momento de recuperar el contacto con el entorno y el mundo
que nos rodea, ya es hora de empezar a ver la vida con otros ojos, buscando lo
pequeño que lo inmediato, juntando todos los pequeños logros, se puede hacer un
gran cambio.
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